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Channel: Otro – Arte, Literatura y Ciencia
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Las nuevas generaciones

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Tenemos un defecto de fabricación. Se trata de una irrefrenable tendencia a medir todo desde nuestra pobre y particular perspectiva; como si nuestro punto de vista fuese una referencia absoluta a partir de la cual pudiésemos establecer una métrica universal para determinar el valor estético, moral o intelectual de todo cuanto acontece en el mundo. Y este fallo nos afecta a todos, independientemente de la capacidad intelectual de cada uno. Así, por ejemplo, Einstein recelaba de la física cuántica, incluso se afanaba por demostrar que estaba incompleta, y pensaba de ella lo mismo que sus maestros decían de la Teoría de la Relatividad: que era algo completamente alejado de la realidad. Por su parte, Picasso consideraba la pintura de Pollock poco más que salpicaduras sobre un lienzo, olvidando lo que sus grandes referentes pensaron del cubismo en su momento. 

Solemos pensar que las nuevas generaciones (hijos, alumnos, aprendices) son banales, superficiales, torpes, faltas de compromiso; en muchos aspectos parecen personas degradadas o en todo caso no son como éramos nosotros (como creemos que éramos nosotros). Solemos pensar que los tiempos han cambiado, que «algo» las ha desvirtuado, las ha podrido. Solemos pensar que son algo separado, disjunto de nosotros. Solemos también pensar que nosotros no tuvimos nada que ver con eso. Sin embargo, no solemos pensar que nosotros las formamos, que en algún sentido (en muchos sentidos) son responsabilidad nuestra y que si algo ha salido mal es, en gran parte, por nosotros. No solemos pensar que quizás fracasamos como formadores, como educadores, como padres. O quizás nuestro fracaso pase por no saber reconocer las virtudes en lo diferente, en lo otro. Creo que deberíamos aprender a encontrar valor en lo que es distinto a nosotros, en lo que no coincide con lo que pensamos, en lo diferente. 

«No hay nada más conservador que un revolucionario en el poder» dijo alguien una vez. Y esto se aplica a todo: padres que han olvidado su rebeldía juvenil, profesores que cuestionaban a sus maestros y exigen ahora la adulación de sus alumnos o jefes que súbitamente olvidan la importancia de la autonomía para fortalecer el compromiso. Cuando somos jóvenes solemos pensar que los «viejos» están equivocados y cuando somos adultos solemos creer que los jóvenes carecen de experiencia y de criterios. En ambos casos nos equivocamos. Quizás la solución pase por combinar experiencia y rebeldía, cambio y permanencia, tradición y novedad, cuestionamiento y consolidación. Quizás todo pase por aceptarnos y aceptarlos, por encontrar lo que nos une en la diferencia y por hacer de la diferencia un mecanismo de acercamiento.



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